miércoles, 14 de abril de 2010

Primer Post, o: Por qué no soy Agnostico

Hace un par de días, tuve el placer de ser aceptado como colaborador a este, nuestro blog, desde entonces he estado pensando cual debería ser mi primer post, así que he llegado a la conclusión de que debería tratarse de: por qué soy ateo, o como me gusta decirlo mejor a mi (una manera más de decirlo) por qué no soy agnóstico.


Cuantas veces al oírse de alguna barbarie tanto pasada como futura de cualquier institución religiosa, o religión, escuchamos de labios de personas que son militantes de la misma, frases como: "eso no es la religión", "no se trata de dios", " eso es fanatismo" e infinitas excusas mas, déjenme decirles algo amigos míos, eso es pura SEMANTICA.

en los últimos años, las instituciones religiosas - religiones - creencias de fe, o póngale Ud. amigo lector el nombre que más bonito le parezca, son más evidentes en cuanto a sus barbaries, de sus mentiras, de sus engaños y manipulaciones, aun siguen gozando de el apoyo por omisión de sus seguidores, pero eso no resulta ser lo más grave del asunto, sino que, a mi parecer está ocurriendo un fenómeno interesante de notar: las personas en APARIENCIA, están perdiendo confianza en las instituciones, e
n las iglesias, sus sacerdotes, pero solo es en APARIENCIA, pues en lo más profundo de ellos, estas personas realmente mantienen muy estable sus sistemas de creencias, y utilizan una frase a mi parece cada vez más popular hoy día, esa frase es: NO CREO EN LA IGLESIA, O EN UN SARCEDOTE SINO SOLO EN DIOS.

esta frase vista desde un punto de vista estratégico puede ser el primer paso hacia el agnosticismo, pero desde el otro lado de la moneda y es la razón por la que yo me considero ateo y no agnóstico, desde el lado opuesto de la moneda me parece mas que una hipócrita afirmación en la cual solo se demuestra que lo que sea que estas personas ven que ocurre con sus religiones, iglesias , etc. es tan incomodo para ellos que simplemente prefieren ignorar todo esto, imaginarse que no ocurre o que no les importa y seguir creyendo en el mismo sistema de creencias, sin ser lo suficientemente humanos para ver lo que estos sistemas de creencias producen.

Ahora y para terminar el post, comparto con Uds. un artículo que define un poco más clara y académicamente alguno de mis puntos de vistas (esta no es la única, de hecho solo es una de las razones) acerca de por qué soy ateo, o como se titula e
l articulo "¿Por Qué no soy Agnóstico? del Dr. Víctor J. Stenger. Traducido al español por Fernando Toledo.

Por qué no soy agnóstico


© Víctor J. Stenger
Traducción de F
ernando G. Toledo

Muchos no creyentes dicen ser agnósticos antes que ateos. No creen que Dios exista, pero no están seguros y entonces son renuentes a llamarse ateos. Una actitud común es decir: «Tal vez hay algo allí afuera. A fin de cuentas, no lo conocemos todo».

¿Cuán seguros de la inexistencia de Dios debemos estar los que nos autodenominamos ateos? Obviamente, no podemos estar 100% seguros de nada. Pero podemos estar 99,99999% seguros de un montón de cosas, y eso es normalmente suficiente para tomar las decisiones diarias de nuestra vida. No podemos estar seguros de que no caeremos y nos romperemos el cuello al bajar de la cama en la mañana, pero no nos quedamos en la cama por eso. Viajamos en autos y en aviones, donde las probabilidades de sobrevivir no son del 100%, pero sí bastante cerca como para hacerlo. En esos casos, hacemos un análisis de riesgo-beneficio y decidimos que el beneficio justifica el riesgo.

Algunas cosas son, para todo propósito práctico, seguras. Si saltamos desde una ventana del décimo piso, podemos estar bastantes seguros de que nos daremos un feo golpazo, no por la caída, como se dice, sino por la llegada. Ahora bien, un avión con un colchón atado a su ala podría pasar justo como para salvarnos. De nuevo, como se dice, «todo es posible». Pero este es un ejemplo del tipo de cosas posibles con las que hemos aprendido a no contar.

Así que, ¿cuál es el límite entre el agnóstico y el ateo? Si dibujamos la línea en el 100% de certeza, entonces no quedaría ningún lugar para los ateos. En ese caso, no habría ateos ni en una trinchera. Sin embargo, algunas personas se autodenominan ateos, incluyendo muchos que han pasado tiempo en trincheras. La palabra debe de significar algo para ellos. Sugiero que los ateos son personas que han evaluado las posibilidades, hecho el análisis riesgo-beneficio, y encontrado que la existencia de Dios es tan improbable que prefieren vivir sus vidas sin todo el lastre que toda creencia te fuerza a cargar.

El lastre de la creencia es pesado. No sólo se espera que dones tiempo y dinero a tu iglesia, sino, lo más importante, se espera que cambies tu cabeza. Y, como ha dicho Dan Quayle, «perder la cabeza es algo terrible».
Cuando eres un miembro fiel de alguna religión, no eres libre de usar tu propio juicio en lo que sea mejor para ti, para tu familia y la sociedad. Más bien, se espera que aplaces el juicio por el de otros que aseguran tener la autoridad sobrenatural. Y desde el momento en que ellos no ofrecen evidencia para avalar lo que dicen excepto su propia palabra, se te pide que evites usar tu propio intelecto en el proceso.

A lo largo de los siglos, muchos intentos han querido probar el basamento racional de la creencia sobrenatural. Todos han fallado. Los predicadores pueden todavía atraer clientes hacia sus argumentos simplones con aire de lógicos, del estilo: «¿como podría esto –el universo, la vida, la conciencia– haber surgido desde la nada?». Ellos les aseguran a sus oyentes que Dios lo hizo todo. Pero consideren lo absurdo del argumento: algo no puede surgir de la nada, y entonces debe provenir de Dios… que surge de la nada.

Últimamente, la creencia en una realidad indetectable y trascendente ha acabado en la fe antes que en la razón. Las iglesias han convencido a la mayor parte de la raza humana de creer en lo increíble, darle crédito a lo inverosímil, racionalizar lo irracional. Un ateo es alguien que no puede creer en algo que no tiene base racional, que es nada más que una fantasía y una delusión arrastrada desde la infancia ignorante y supersticiosa de la raza humana.

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